Para la Cátedra de Historia
Durante el año 1998, los medios globalizados de comunicación dedicaron sus más amplios espacios, y sus mejores energías, al romance del presidente del planeta con una gordita voraz y locuaz llamada Mónica Lewinsky.
Fuimos todos lewinskizados, en todos los países. El tema invadió los periódicos que desayuné, los informativos radiales que almorcé, los telediarios que cené y las páginas de las revistas que acompañaron mis cafés.
Me parece que en el 98 ocurrieron otras cosas, que no consigo recordar.
Eduardo Galeano. “Patas arriba. La escuela del mundo al revés”.
Un encuentro amoroso entre el ex presidente Bill Clinton y su secretaria Mónica Lewinsky fue montando y presentado por los medios masivos de comunicación, como un escándalo sexual. Un episodio de dimensión nacional, que por tener como protagonista al presidente de una potencia mundial, logró una dimensión global desmesurada. Un acontecimiento que, como sostiene Jesús Martín Barbero, “se inscribe en una gigantesca paradoja: multiplicado al infinito por el dispositivo de la massmediación es a la vez exorcizado, amordazado, neutralizado al ser integrado en el sistema de la información”. Son los medios los que se encargan de desplegar sus artilugios para exaltar y potenciar ese acontecimiento.
En la actualidad se asiste a una sociedad acontecedera, donde la sociedad del espectáculo es acompañada por una sociedad invisible. Es decir, la omnipresencia de las cámaras televisivas ha transformado el mundo en un inmenso escenario. Cualquier ciudadano del mundo con sólo sintonizar la radio o encender la televisión, puede asistir a un espectáculo diario y constante. Tan drástica ha resultado esta espectacularidad que distintas esferas de la vida cotidiana han sido transmutadas. Cada día más el mundo tiende a convertirse en el escenario de un gigantesco reality show. Los pobres, los piqueteros, los desocupados, en fin, los excluidos del sistema, sólo aparecen en la tele como objeto de burla de la cámara oculta o como actores de sus propias atrocidades. El desconocido necesita ser reconocido, el invisible quiere hacerse visible porque, lamentablemente, la exhibición se ha convertido en la llave de acceso indispensable para alcanzar la fama y el éxito.
Sin embargo, esta sociedad cuenta con una peculiaridad: está acostumbrada a no creer salvo lo que ve, y creerse todo lo que ve. Aquí radica la principal problemática asociada a la invisibilidad de la sociedad. Si algo caracteriza a esta problemática es que se piensa que todo está a la vista, es decir, que los medios son sólo un espejo fiel de la realidad y la retratan tal cuál es. La relación con los medios de comunicación, hoy más que nunca, se asienta sobre la fe de las personas, quienes creen en las narraciones de la realidad que construyen los medios debido a que es prácticamente imposible asistir a todo lo que sucede en la vida diaria, producto de un montaje cultural característico de la modernidad. La representación de la realidad esconde un modo de dominación, donde se tensiona la historia con el relato. La estrategia de separación entre la experiencia de vida cotidiana y la narración de la misma, produce un distanciamiento entre nosotros y la vida real.
La realidad construida y transmitida por los medios de comunicación, o la “transparencia” y la “visibilidad” de los mismos, tienen la capacidad de producir una ceguera específica a partir de sus narraciones. Ésta claro, narrar es significar, otorgar sentido desde las intervenciones mediáticas, por lo cual, sólo es capaz de dar sentido el que ostenta el poder. Aunque parezca que todo está a la vista, los poderes que realmente nos determinan son cada vez más invisibles y menos identificables. En relación a este tema Jesús Martín Barbero destaca la importancia del imaginario social, el cual es la materia prima con la que los medios construyen el discurso, es decir, con la que el poder asienta su lógica de dominación. De esta forma, los medios de comunicación utilizan la palabra como dispositivo de dominación-control, ejerciendo un monopolio que moldea nuestras vidas a través de la “cultura del silencio” (Foucault).
El texto de Eduardo Galeano sirve como denuncia, se encuadra en la visión actual del periodismo que crítica Pierre Bourdieu: “en las revelaciones se prioriza el aspecto más directamente visible del mundo social, es decir, los individuos, sus acciones, desde una perspectiva que a menudo es la denuncia”. Tal como dice Roger Silverstone “la vida privada de las figuras públicas se convierte en la materia prima de la telenovela diaria, los actores de las telenovelas se convierten en figuras públicas a quienes se exige que construyan una vida privada para el consumo”. En la vorágine televisiva actual, nada provoca tanta desolación que el temor a resultar aburrido, motivo por el cual, entretener pasa a ser la premisa a llevar adelante a cualquier precio. Como resultado, se prioriza la pelea por sobre el debate de las ideas, en palabras de Bourdieu, “la polémica sobre la dialéctica”.
Como dice Pierre Bourdieu en la actualidad, lo esencial acerca del mundo político consiste en conocer la intimidad de los contactos y las confidencias, como rumores amorosos, escándalos sexuales (el fenómeno de Berlusconi es un caso que sigue dando que hablar, al igual que en su momento sucedió con Bill Clinton). Los medios compiten y se obsesionan por la exclusiva sensacional y dan prioridad a la información más reciente y de más difícil acceso. También, compiten por la interpretación más original y paradójica, bajo el amparo del olvido casi inmediato producto del “bombardeo mediático”. Proponen una visión cínica del mundo político al presentarlo como un circo, donde los juegos de poderes, las ambiciones y los idas y vueltas del ambiente, son extremados, descontextualizados y producidos (y reproducidos) para el consumo.
En efecto, Bourdieu sostiene que “todos estos mecanismos contribuyen a producir un efecto global de despolitización o, más exactamente, desencanto de la política”. En la búsqueda por la diversión es imprescindible dotar de otros tintes a la vida política, convirtiéndola en un espectáculo, siendo noticia ya no más, los proyectos o las ideologías políticas, sino el carisma, los vínculos personales de los políticos y la esfera secreta que rodea a su ambiente.
En todos los países, los políticos temen ser castigados o excluidos de la televisión. A ningún político le gusta hacer el papel de malo, pero los malos, al menos, están. Peor es no estar. Los políticos tienen pánico de que la televisión los ignore, condenándolos a la muerte cívica. Quien no sale en la tele, no está en la realidad; quien sale de la tele, se va del mundo. El mismo Galeano advierte esta problemática al afirmar: “Para tener presencia en el escenario político, hay que aparecer con cierta continuidad en la pantalla chica, y esa continuidad, difícil de conseguir, suele no ser gratuita. Los empresarios de la televisión brindan tribuna a los políticos, y los políticos retribuyen el favor otorgándoles impunidad: impunemente, los empresarios pueden darse el lujo de poner un servicio público al servicio de sus bolsillos privados”.
Los políticos no ignoran, no pueden darse el lujo de ignorar, el desprestigio de su profesión y el mágico poder de seducción que la televisión, y en mucha menor medida la radio y la prensa, ejercen sobre las multitudes. Además, no se puede negar el efecto que los medios de comunicación ejercen en los ciudadanos a la hora de imponer una tendencia de voto, transformando a las elecciones en un espectáculo (un show electoral) y a las personas en Homo zappings que a través del contacto diario con los medios suelen decidir sus votos por las pantallas.
Así se introduce lo que Bourdieu plantea como una “filosofía pesimista de la historia, donde la sensación de que el mundo ha escapado del control de la mayoría de los ciudadanos se conjuga con la impresión de que el juego político es cosa de profesionales”, una desvinculación fatalista, que no hace otra cosa que legitimar y redireccionar al orden (político-social-económico) establecido.
Por Gonzalo Martin.
Gonzalo: tu trabajo analítico es excelente! Demuestra la lectura crítica de la bibliografía puesta en relación con los discursos mediáticos que consumimos permanentemente. Incluso, ponés en juego categorías que fuimos trabajando con énfasis en el segundo eje de la materia. El recurso del fragmento de Galeano es pertinente, elocuente y definitivamente ilustrativo de lo que hemos estado discutiendo en el proceso de la materia. Felicitaciones!
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