viernes, 18 de junio de 2010

Homero: hombre malo. ¿Según quién?

Este capítulo de Los Simpsons surge como una crítica hacia una de las temáticas propuestas por Bourdieu en el capítulo “La televisión, el periodismo y la política”: la tendencia presente en todas partes del mundo, pero principalmente en Estados Unidos, a sacrificar la entrevista profunda, la discusión de especialistas y el reportaje a la mera diversión y, en especial, a los chismorreos insignificantes de los falsos debates entre interlocutores adictos e intercambiables. El temor de aburrir y, por lo tanto, que baje el índice de audiencia lleva a los periodistas a primar la pelea sobre el debate, la polémica sobre la dialéctica, y a hacer cualquier cosa para privilegiar el enfrentamiento entre las personas en menoscabo de la confrontación entre sus argumentos.


En este episodio, Homero se encuentra atrapado entre las redes de los medios de comunicación, por un hecho que no cometió. La opinión pública lo culpa de abusador sexual y los medios no dejan de alimentar la fantasía. En este contexto, el hecho coincide claramente con la secuencia acontecimiento-noticia-suceso presentada por Martín-Barbero. Este autor propone la idea de que la noticia es el eje del discurso informativo, y el acontecimiento es el referente-tipo de ese discurso.


El acontecimiento, multiplicado al infinito por el dispositivo de la massmediación es a la vez exorcizado, amordazado, neutralizado al ser integrado en el sistema de la información. Mientras las ciencias, incluídas las sociales, niegan el acontecimiento, los Medios lo exaltan, lo potencian, sino es que lo fabrican, en cantidades directamente proporcionales a la demanda que ha sabido inocular sobre el mercado, es decir, en cantidades industriales. Estas teorías se reflejan en el problema que debe afrontar Homero, cuando todos los medios comienzan a producir, reproducir y resignificar el acontecimiento con la niñera.


Según lo expuesto por Martín-Barbero, el acontecimiento está caracterizado, en primer lugar, por la imprevisibilidad. Tanto más acontecimiento cuanto más raro, más extraño. Al ser esa “rareza” una variable dependiente, resulta que las coordenadas en que se inscribe lo acontecible-noticiable no son las absolutas de la naturaleza sino las relativas de la cultura.


Una segunda característica es la implicación, que es el número y el tipo de personas concernidas por el acontecimiento. Y aquí también la noticia es eficaz en relación a la capacidad de ampliar hasta los límites de lo verosímil la tasa de implicación. Así, el circuito del mercado informativo revela su circularidad espectacular: es acontecimiento no aquello que pasó a tales personas sino aquello en que pueden participar, desde la noticia, el máximo de lectores.


La tercera característica se refiere a la idea de que acontecimiento hoy es lo que vive en y de la noticia. Transformado en noticia, el acontecimiento sale de la historia para entrar en la “banalidad”, para integrarse en el ritmo y el valor de la cultura de masas. La noticia se separa del acontecimiento del acontecimiento hasta oponérsele, hasta negarlo vaciándolo de lo que tenía que acontecer, de novedad, desamordazándolo en su capacidad de subversión, sustituyéndolo.


La redundancia intrínseca al sistema tiende por sí misma a producir lo sensacional y a alimentar la necesidad de acontecimientos. No es que los medios los inventen, sino que los detectan y los dramatizan: los producen. La noticia del supuesto “abuso sexual” por parte de Homero es producida en base a estas lógicas que rigen los hechos noticiables.


Así llegamos al centro de la problemática que plantea la noticia: la transformación del acontecimiento en “suceso”, su vaciado de espesor histórico y su llenado, su “carga” de sensacionalidad y espectacularidad. La “forma” en que el acontecimiento es producido por la noticia y consumido por los lectores es la del suceso. Para hacer vendible y consumible el acontecimiento el diario inocula en el relato todo un imaginario de masas que es precisamente la sustancia del suceso. Un imaginario colectivo cuya dominante es el imaginario comercial. El suceso es el cuento maravilloso de nuestras industrializadas y democráticas sociedades.


Reportajes, documentos, testimonios, fotos-shock: la noticia se ha tornado más verdadera que la verdad misma, la imagen más real que lo real. Hoy lo que hacemos es consumir los sueños que nos fabrican los directores de ese inmenso show que llaman información.


En este contexto, Homero siente que no hay nada que pueda hacer para recuperar su integridad frente a una sociedad que formó su opinión en base a lo que se publicaba en los medios. En ese momento, sus hijos le presentan una posibilidad. Lisa le dice: “los medios te han hecho un monstruo porque no quieren saber la verdad, lo único que quieren es entretener. Necesitas un foro donde no sepan ni qué significa entretenimiento: Televisión de acceso público”.


Por este motivo, deciden recurrir al canal público, en concordancia con lo propuesto por Calicchio en relación a la necesidad de utilizar la comunicación alternativa como una herramienta que desmistifique y desnaturalice la representación que los medios masivos hacen de la realidad. Si bien estos medios presentan una tecnología que no se equipara a la de los grandes medios y obviamente no cuentan con la misma audiencia, si hay algo que tienen en común todas estas experiencias alternativas, según la propuesta de Calicchio, es la tendencia hacia una lectura crítica, causal e histórica de la realidad, y consecuentemente su oposición al arbitrario cultural que ayudan a construir los medios masivos. El discurso de Homero en este medio no tiene llegada social, por lo que decide concurrir a un programa en el que él confía, que pertenece a los grandes medios, para dar testimonio de lo ocurrido.


El cambio que realizan en la entrevista que le hacen a Homero desde el programa que lo invitan, perteneciente a un medio hegemónico, se justifica ante esta idea Bourdieu sobre la competencia en el seno del campo periodístico, que incluye la obsesión por la exclusiva sensacional y la tendencia a dar prioridad sin discusión a la información más reciente y a la interpretación más original, la cual muchas veces es la más cínica. A esto se le suma los constantes pronósticos y diagnósticos poco elaborados y que tienen asegurada la impunidad más absoluta, porque están protegidos por el olvido casi inmediato que engendra la rápida rotación de los sucesivos conformismos.


En este sentido, y según lo expuesto por Bourdieu, la búsqueda de lo divertido inclina a desviar la atención hacia un espectáculo siempre que la vida política hace surgir un problema importante, pero de apariencia aburrida. En síntesis, se convierte a la realidad en un conjunto de acontecimientos divertidos muchas veces situados a medio camino entre el suceso y el espectáculo, en una sucesión sin pies ni cabeza de acontecimientos heterogéneos que se reducen al absurdo cuando se los lleva únicamente a lo que se muestra en el instante presente, disociándolos de todos sus antecedentes o sus consecuencias, en una visión de los hechos deshistorizada y deshistorizante. Un claro ejemplo de estos procesos se refleja en la imagen del mundo que muestran los noticieros televisivos, sucesión de historias aparentemente absurdas que acaban por parecerse entre sí. Ya refiriéndonos al ejemplo propuesto en esta publicación, es lo que ocurre en el programa de televisión que lo invita a Homero a contar su historia. Por más que la distorsionaron para que Homero pareciera culpable, el problema fue aclarado gracias a una filmación de Willy, quien era un aficionado de filmar parejas y había captado toda la escena, mostrando la inocencia de Homero en lo que el programa había declarado un “abuso sexual”. En consecuencia, el periodista se ve en la obligación de ofrecer disculpas por el dilema creado. Su discurso, ofreciendo de claro ejemplo ante lo expuesto anteriormente, es: “En nuestra búsqueda de primicia, los miembros de la prensa a veces cometemos errores”.


En ese mismo programa, al otro día, muestra la historia Willy, un “extraño escocés” que graba videos a escondidas. Homero, volviendo a esa “amnesia estructural” propuesta por Bourdieu, que favorece la lógica del pensamiento al día y la competencia impuesta por la identificación de lo importante y lo nuevo, se asusta de ese personaje, y necesita que Marge le aclare que fue Willy quien lo salvó y hacerle entender que lo que le pasó debe servirle para no creer en todo lo que dicen los medios. Aquí se inserta el principal problema de la representación planteado por Martín-Barbero: en que uno tiende a creer que lo que existe en los medios es la realidad.


Sin embargo Homero, quedando nuevamente sólo frente a la televisión, se levanta del sillón, abraza al aparato y le dice: “No nos volvamos a pelear chiquita”.



Por Manuela Papaleo.

Link: http://www.series21.com/los-simpsons/6x09-homer-hombre-malo-homer-badmanr/



El desencanto por la política en la sociedad del espectáculo

Para la Cátedra de Historia

Durante el año 1998, los medios globalizados de comunicación dedicaron sus más amplios espacios, y sus mejores energías, al romance del presidente del planeta con una gordita voraz y locuaz llamada Mónica Lewinsky.

Fuimos todos lewinskizados, en todos los países. El tema invadió los periódicos que desayuné, los informativos radiales que almorcé, los telediarios que cené y las páginas de las revistas que acompañaron mis cafés.

Me parece que en el 98 ocurrieron otras cosas, que no consigo recordar.

Eduardo Galeano. “Patas arriba. La escuela del mundo al revés”.

Un encuentro amoroso entre el ex presidente Bill Clinton y su secretaria Mónica Lewinsky fue montando y presentado por los medios masivos de comunicación, como un escándalo sexual. Un episodio de dimensión nacional, que por tener como protagonista al presidente de una potencia mundial, logró una dimensión global desmesurada. Un acontecimiento que, como sostiene Jesús Martín Barbero, “se inscribe en una gigantesca paradoja: multiplicado al infinito por el dispositivo de la massmediación es a la vez exorcizado, amordazado, neutralizado al ser integrado en el sistema de la información”. Son los medios los que se encargan de desplegar sus artilugios para exaltar y potenciar ese acontecimiento.

En la actualidad se asiste a una sociedad acontecedera, donde la sociedad del espectáculo es acompañada por una sociedad invisible. Es decir, la omnipresencia de las cámaras televisivas ha transformado el mundo en un inmenso escenario. Cualquier ciudadano del mundo con sólo sintonizar la radio o encender la televisión, puede asistir a un espectáculo diario y constante. Tan drástica ha resultado esta espectacularidad que distintas esferas de la vida cotidiana han sido transmutadas. Cada día más el mundo tiende a convertirse en el escenario de un gigantesco reality show. Los pobres, los piqueteros, los desocupados, en fin, los excluidos del sistema, sólo aparecen en la tele como objeto de burla de la cámara oculta o como actores de sus propias atrocidades. El desconocido necesita ser reconocido, el invisible quiere hacerse visible porque, lamentablemente, la exhibición se ha convertido en la llave de acceso indispensable para alcanzar la fama y el éxito.

Sin embargo, esta sociedad cuenta con una peculiaridad: está acostumbrada a no creer salvo lo que ve, y creerse todo lo que ve. Aquí radica la principal problemática asociada a la invisibilidad de la sociedad. Si algo caracteriza a esta problemática es que se piensa que todo está a la vista, es decir, que los medios son sólo un espejo fiel de la realidad y la retratan tal cuál es. La relación con los medios de comunicación, hoy más que nunca, se asienta sobre la fe de las personas, quienes creen en las narraciones de la realidad que construyen los medios debido a que es prácticamente imposible asistir a todo lo que sucede en la vida diaria, producto de un montaje cultural característico de la modernidad. La representación de la realidad esconde un modo de dominación, donde se tensiona la historia con el relato. La estrategia de separación entre la experiencia de vida cotidiana y la narración de la misma, produce un distanciamiento entre nosotros y la vida real.

La realidad construida y transmitida por los medios de comunicación, o la “transparencia” y la “visibilidad” de los mismos, tienen la capacidad de producir una ceguera específica a partir de sus narraciones. Ésta claro, narrar es significar, otorgar sentido desde las intervenciones mediáticas, por lo cual, sólo es capaz de dar sentido el que ostenta el poder. Aunque parezca que todo está a la vista, los poderes que realmente nos determinan son cada vez más invisibles y menos identificables. En relación a este tema Jesús Martín Barbero destaca la importancia del imaginario social, el cual es la materia prima con la que los medios construyen el discurso, es decir, con la que el poder asienta su lógica de dominación. De esta forma, los medios de comunicación utilizan la palabra como dispositivo de dominación-control, ejerciendo un monopolio que moldea nuestras vidas a través de la “cultura del silencio” (Foucault).

El texto de Eduardo Galeano sirve como denuncia, se encuadra en la visión actual del periodismo que crítica Pierre Bourdieu: “en las revelaciones se prioriza el aspecto más directamente visible del mundo social, es decir, los individuos, sus acciones, desde una perspectiva que a menudo es la denuncia”. Tal como dice Roger Silverstone “la vida privada de las figuras públicas se convierte en la materia prima de la telenovela diaria, los actores de las telenovelas se convierten en figuras públicas a quienes se exige que construyan una vida privada para el consumo”. En la vorágine televisiva actual, nada provoca tanta desolación que el temor a resultar aburrido, motivo por el cual, entretener pasa a ser la premisa a llevar adelante a cualquier precio. Como resultado, se prioriza la pelea por sobre el debate de las ideas, en palabras de Bourdieu, “la polémica sobre la dialéctica”.

Como dice Pierre Bourdieu en la actualidad, lo esencial acerca del mundo político consiste en conocer la intimidad de los contactos y las confidencias, como rumores amorosos, escándalos sexuales (el fenómeno de Berlusconi es un caso que sigue dando que hablar, al igual que en su momento sucedió con Bill Clinton). Los medios compiten y se obsesionan por la exclusiva sensacional y dan prioridad a la información más reciente y de más difícil acceso. También, compiten por la interpretación más original y paradójica, bajo el amparo del olvido casi inmediato producto del “bombardeo mediático”. Proponen una visión cínica del mundo político al presentarlo como un circo, donde los juegos de poderes, las ambiciones y los idas y vueltas del ambiente, son extremados, descontextualizados y producidos (y reproducidos) para el consumo.

En efecto, Bourdieu sostiene que “todos estos mecanismos contribuyen a producir un efecto global de despolitización o, más exactamente, desencanto de la política”. En la búsqueda por la diversión es imprescindible dotar de otros tintes a la vida política, convirtiéndola en un espectáculo, siendo noticia ya no más, los proyectos o las ideologías políticas, sino el carisma, los vínculos personales de los políticos y la esfera secreta que rodea a su ambiente.

En todos los países, los políticos temen ser castigados o excluidos de la televisión. A ningún político le gusta hacer el papel de malo, pero los malos, al menos, están. Peor es no estar. Los políticos tienen pánico de que la televisión los ignore, condenándolos a la muerte cívica. Quien no sale en la tele, no está en la realidad; quien sale de la tele, se va del mundo. El mismo Galeano advierte esta problemática al afirmar: “Para tener presencia en el escenario político, hay que aparecer con cierta continuidad en la pantalla chica, y esa continuidad, difícil de conseguir, suele no ser gratuita. Los empresarios de la televisión brindan tribuna a los políticos, y los políticos retribuyen el favor otorgándoles impunidad: impunemente, los empresarios pueden darse el lujo de poner un servicio público al servicio de sus bolsillos privados”.

Los políticos no ignoran, no pueden darse el lujo de ignorar, el desprestigio de su profesión y el mágico poder de seducción que la televisión, y en mucha menor medida la radio y la prensa, ejercen sobre las multitudes. Además, no se puede negar el efecto que los medios de comunicación ejercen en los ciudadanos a la hora de imponer una tendencia de voto, transformando a las elecciones en un espectáculo (un show electoral) y a las personas en Homo zappings que a través del contacto diario con los medios suelen decidir sus votos por las pantallas.

Así se introduce lo que Bourdieu plantea como una “filosofía pesimista de la historia, donde la sensación de que el mundo ha escapado del control de la mayoría de los ciudadanos se conjuga con la impresión de que el juego político es cosa de profesionales”, una desvinculación fatalista, que no hace otra cosa que legitimar y redireccionar al orden (político-social-económico) establecido.

Por Gonzalo Martin.